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(…) Es importante asegurar que en los espacios de diálogo contemos con enfoques territoriales, étnicos, sectores empresariales pequeños con arraigo territorial, sindicatos, universidades, centros de investigación, que nos permiten descentralizar la nación. (…) La hoja de ruta de la transición energética debe representar la diversidad del país, las diferencias culturales y territoriales, así como los distintos actores que deben formar parte de este pacto social y político. (…) No solo se trata de un cambio tecnológico, donde se tiene claramente el propósito de descarbonizar la economía, el sector eléctrico y la industria; también se trata de una oportunidad para cerrar las brechas sociales.
1. Transición energética equitativa. La equidad. Es necesario garantizar el acceso a la energía por aquellos actores y sectores históricamente excluidos. Democratización de la energía con comunidades energéticas y economía popular asociada a la producción de la energía. Las comunidades deben ser partícipes en la generación de la energía, viabilizando la distribución de la riqueza en el sector energético. Desde la autogeneración se puede cerrar la brecha de pobreza energética, en donde las comunidades serán copropietarias de las tecnologías descarbonizadas y procesos de generación.
2. Transición energética gradual y soberana: Se trata de una transición segura y progresiva. Analizar los pasos para descarbonizar la energía y cómo se relaciona con la transición económica. No estamos dando un salto al abismo, pues somos conscientes de que así como se necesita descarbonizar la energía, se necesita a su vez descarbonizar la economía, toda vez que esta es una decisión global. Los combustibles fósiles tendrán una desvalorización progresiva, esto son el gas, el petróleo, y el carbón, fundamentalmente estos dos últimos. Esto va a implicar que tengamos que renovar el modelo económica de nuestras exportaciones en el sector carbón y petróleo. A esto le llamamos transitar de una economía extractivista (fósil) a una economía productiva, construyendo una re-industrialización gradual necesaria.
3. Transición energética vinculante: O la participación vinculante. Existe la necesidad de integrar a las personas en el proceso de entender cuáles son las prioridades territoriales que hay en términos energéticos desde la perspectiva de las necesidades, como de la perspectiva de las oportunidades, y cuáles son las relaciones sociales que se pueden impulsar desde el marco de las fuentes no convencionales de energía renovable.
Históricamente las comunidades no han estado vinculadas a las decisiones en el sector minero-energético. Por el contrario, las comunidades han sido receptoras de decisiones que les generan daños sociales y ambientales. Hoy, darle la cara a los procesos de exclusión y a los impactos históricamente generados, nos permiten tomar conciencia y reconocer que existen necesidades por resolver y problemas por remediar, y dialogando con la gente queremos asumir esa responsabilidad histórica.
Para ello, los diálogos con las comunidades son vinculantes en función de que queremos que ellas decidan con nosotros cuál es el destino de esos territorios, cuál es la visión que tenemos en la generación de la energía. ¿Para qué la energía?, y ¿con quién la energía? Son preguntas cruciales que debemos hacernos hoy. ¿Es una energía para exportación?, ¿es una energía para que las comunidades puedan generar unos medios de vida que sean sustentables y les permitan salir de la pobreza? Una lideresa guajira decía hace dos días que “la transición de la energía no solo es una transición de energía, sino que también es una transición de la pobreza”. Y aquí, desde el sector minero-energético, tenemos un enorme desafío en comprender que la energía es una parte crucial, pero solo una de las partes que necesitamos para pensar las transiciones y para generar justicia social y justicia ambiental.
4. Transición energética intensiva en conocimiento: Para poder transitar de una economía extractivista a una economía productiva necesitamos conocimiento. Para dejar de depender del sector primario en la economía necesitamos ser intensivos en conocimiento.
En todos los niveles de formación necesitamos una acción clara: colegios, formación técnica y tecnológica articulados con el SENA, universidades y formación de mujeres en carreras STEM (ciencias, tecnología, ingeniería, matemáticas), fortalecimiento de centros de investigación. Este conocimiento responde no solo a los desafíos tecnológicos, sino desafíos inter- y transdisciplinarios. Las universidades pensemos programas en donde no solo los ingenieros estén trabajando soluciones, sino que de manera coordinada trabajemos entre las diferentes áreas del saber, porque los problemas complejos requieren soluciones igualmente complejas, y aquí tenemos un desafío en como generamos conocimiento con las personas y otras disciplinas.
Estos principios serán discutidos y moldeados, y dentro de cinco meses (Mayo 2023) tendremos una serie de diálogos en todo el país. La segunda fase nos va a permitir definir las metas, los recursos y los tiempos en los cuales queremos hacer esta transición. Estos diálogos considerarán las perspectivas éticas, territoriales y de género. Y finalmente en la tercera etapa definiremos los habilitadores que son regulatorios, pero también son sociales. Así en 5 meses tendremos una hoja de ruta de la transición energética para cumplir con los objetivos internacionales de reducciones de GEI, descarbonización de los diferentes sectores de la economía, pero también inclusión social. No podremos lograr una transición energética justa sin transitar también de una economía extractivista fosilizada a una economía para la vida.
Diálogo nacional para la Transición Energética Justa.
Bogotá, 12 de diciembre de 2022.
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